Año 1922 - (Fuente: www.pares.mcu.es)
Por las ventanas de las casas de esta rúa sombría y fría nunca penetró el sol
«Al final de la calle Herrería moraba don Roquetín, el cura más viejo de Vitoria. Era bajo y menudo, con sus lentes chiquitinas y su cabecilla en oruga, colgando del saco de la sotana raída y arrugada. Vivía cerca de la plazuela de los "Patos Negros", en la buhardilla de un quinto piso. La calle de la Herrería es una rúa sombría y fría. Don Roquetín sólo poseía el estipendio de su misita: diez pesetas, por las que le soportaba con desprecios una parienta cargada de media docena de hijos. Patatas con puerros para comer, y caldo en argamasa de pimentón para cenar. A las dos y media, salía de casa. Las losas viejas de la Herrería crujían a su baile tembloroso. En invierno, marchaba encogido por el centro soleado de la calle, arrastrando el dobladillo de la sotana por los charcos de agua sucia. Todas las tardes en el bar Choete de la plazuela de Santo Domingo se juntaba con don Bruno y "Perojitas" a echar una partida al tute». (Fuente: Luis Antonio Asensio)
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